Cuando, cierta mañana, su padre deja el domicilio conyugal, Marc siente que sus puntos de referencia lo abandonan. ¿ Qué vida tiene ? Trabajar, dormir, irse de vacaciones, dormir, nada del otro mundo. De hecho aun Sandra, con la que vive, no lo quiere y él tampoco la quiere a ella. Están totalmente de acuerdo al respecto. Ante su espejo, Marc arranca una por una sus primeras canas que lo provocan y escrudiña esa cara, la suya, que le da mala espina. Habría que hacer Algo. ¡ Tratar de realizar algo que tenga un Sentido ! Algo del que podría ser Orgulloso. Pero ¿ qué ?
Entonces se acuerda de Jeanfrançois, el amigo de sus años de juventud. Jeanfrançois quien por cierto no se ha contentado con la comodidad plácida de una vida tranquila. ¡ Jeanfrançois quería hacer la revolución, cambiar el mundo, luchar en contra de los ricos, salvar a los pobres, acabar con el gran capital ! Sin duda alguna tendrá la Idea que necesita para salir del marasmo.
El encuentro tiene lugar, un poco silencioso, alrededor de un filete bien duro. Marc puede tranquilizarse : Jeanfrançois no ha cambiado. Es sencillo, todavía hace falta realizar la revolución. Urge. Y para empezar, hay que agarrar al gordo Hubert Lefur, presidente de Canal France. Hay que actuar de firme. Y ese Lefur, con sus bigotes, es el blanco perfecto…
En su segunda novela extravagante, el lector encuentra otra vez el humor de Thomas Paris. Como el enterrador Koulechov, Marc forma parte de este mundo. El encuentro con el amigo de su juventud lo va a llevar a aventuras rocambolescas. Se tratará entre otras cosas de una toma de rehenes estrafalaria, de un huérfano, de una abuela, y de bigotes provocadoras…

Marc se ha hecho viejo sin darse cuenta de ello y se ha diluido en una rutina blanda. Cierto día decide valientemente (o sin reflexionar) hacer Algo. Pero ¿¡ qué ?!