El autismo no es una fatalidad. Y todo el mundo debería conocer cuales son las dificultades específicas de los niños autistas y de sus padres. Este es el hilo conductor de este ensayo escrito por una madre que lucha a contracorriente en una época que renuncia a curar las enfermedades psíquicas y etiqueta a los individuos desde su más temprana edad, cuando se podría actuar de otra forma .
Jacqueline Berger, periodista de Libération, examina las razones de problema. Nos explica cómo y por qué el discurso biológico se ha vuelto dominante, y se rebela contra el abandono de estos niños que no crecen como los demás. La carencia de centros y de cuidados para estos niños es acuciante. Esta situación, nos dice, es síntoma de una sociedad que se hunde en la intolerancia, por mucho discurso compasivo que exista. Esta sociedad ávida de velocidad, de rentabilidad, de potencia y de goce, ha acabado por volverse autista ella misma, hasta el punto de no querer ver u oír lo que pueda apartarla de su carrera, incapaz de soportar todo aquello que sea diferente.
Acabar con el autismo es un problema que nos atañe a todos, ya que los autistas son tanto signo como producto de la disgregación de los vínculos con el prójimo. Espejo de aumento de nuestros propios sufrimientos, son quizás nuestra última oportunidad para abrir los ojos. Este libro es un manifiesto para que disminuya el autismo y no se convierta en el mal del siglo XXI como ya lo vaticinan algunos.