Alex anda muy mal de dinero. Qué dura es la vida de estudiante… Pero se le ocurre una idea: hacer baby-sitting. ¿Puede ser canguro un hombre? Por lo visto, sí. Y además se le da muy bien. ¿Será su metro y 93 centímetros lo que infunde tranquilidad? ¿No es eso acaso lo que buscan los padres que confían a su(s) hijo(s) a un(a) canguro? A no ser que sean ellos mismos los que necesiten ser escuchados y “acangurados”… Alex se convierte poco a poco en un confidente, un amigo, un amante, un mentor. Va conociendo, en profundidad, a esos adultos que esconden todos una herida: ¿no es acaso la existencia un drama permanente que conviene, sin embargo, tomarse a la ligera? El Baby-sitter es una novela extremadamente sensible y positiva. El lector se deja llevar porque los personajes y las situaciones están anclados en la realidad de la vida cotidiana. Estas historias, que se cruzan y que cautivan, son también las suyas propias. Al filo de los pequeños y grandes dramas, Alex contribuye a desvelar los secretos de quienes le rodean. Hasta la última escena, muy poética, en la que un sueño se hará realidad.