Por la mañana y por la noche, Cécile coge el metro, línea 11. Un día, en hora punta, aplastada contra la barra central siente en sus pezones una deliciosa sensación, como un roce. Y descubre con estupefacción que esa sensación se la produce un dedo. El dedo de un hombre del que se pregunta si lo ha posado en ese lugar intencionadamente. Así sucede el encuentro con el amante silencioso, gran enamorado de las mujeres y sus senos, que va a iniciarla y obligarla poco a poco, con arte consumado, a despojarse de sus inhibiciones.
Cuando uno cree alcanzar lo impalpable es cuando éste se nos revela, en el momento mismo en que se nos escapa. Y adentrarse en el cuerpo de las mujeres, buscando poseer su alma, es sin duda la ilusión más tangible que puede experimentar aquel que intenta descifrar el enigma femenino. Una novela de iniciación, poesía y erotismo