1942 – 1987: destinos que se cruzan. Durante la Ocupación, el comisario Lambert, se ve obligado, muy a pesar suyo, a colaborar en la redada del Velódromo de Invierno de París. En un arranque de rebelión, intenta proteger a Adélaïde Meier, allí encerrada con su marido y sus hijos. Hasta entonces, la familia Meier había llevado una vida por todo lo alto. Su criada, amante del Señor Meier y casada con Désiré Cottencin, los denunció. Después de su arresto, Désiré recupera el gran apartamento de los Meier. Trabaja hombro con hombro con el ocupante, con los colaboradores y con un tal Edouard Gaillard. Su objetivo: recuperar el máximo de bienes judíos. Edouard Gaillard, cambia de identidad y de país durante estos turbios años. En España, colabora con los rojos, y después con Franco. En Alemania, bajo el nombre de Zacharie Poletti, trabaja con las SS. Su especialidad: la tortura con cuchillo. En Francia, bajo el nombre de Edouard Gaillard, colabora activamente y mata, sólo por placer. En Montreuil, por ejemplo, degüella a tres chicas. Al comisario Lambert le encargan este caso, que a nadie interesa. La Historia tiene cosas más importantes de las que ocuparse… Unos años más tarde, carcomido por la culpa, Lambert intenta rastrear las huellas del pasado. La figura inquietante, maléfica, de Gaillard le atormenta en su búsqueda. Pero las preguntas quedan sin respuesta. Porque nunca se puede olvidar ni perdonar todo.

Sólo por placer tiene el ritmo de una novela policiaca y la misma fuerza que La Promenade des délices, del mismo autor. Gente humilde, cabrones, caguetas, ingenuos, crápulas, mujeres violentas o mujeres sumisas, la galería de retratos es impresionante. El serial killer, símbolo del Mal absoluto, es el hilo rojo de esta novela realista que plantea la pregunta: en su lugar, ¿qué habríamos hecho?