Con casi 50 años, Dominique conserva un poco del salvajismo de la infancia, y se siente ajena a su propia vida. Empleada en una floristería, se refugia en sus ratos perdidos en el campo, en un lugar al que bautizó, desde su más tierna infancia, como Gran Paraíso. Su hermana, la arisca Marie, contacta un día con ella para notificarle que se va definitivamente de su pequeño balneario, y que desea aprovechar la oportunidad para deshacerse de sus recuerdos de familia. Dominique acepta recuperarlos y luego descubre cartas de su madre a su padre, escritas después que éste las abandonara misteriosamente, pero también las fotos de una tatarabuela de la cual nunca había oído hablar: Léontine. Uno de esos clichés sobrecogedores tomados por el fotógrafo Albert Londe, asociado con el Profesor Charcot en el hospital de la Pitié Salpêtrière, representa a Léontine en plena crisis de histeria. Intrigadísima por esta imagen, Dominique empieza a investigar en los archivos de la Salpêtrière para saber más sobre la histeria, sobre aquella lejana pariente, sobre los suyos… y sobre ella misma.