Camille vive con su madre, Maryline, en una ciudad mediana del norte de Francia. Hace ya muchos años que su padre murió de manera accidental, por culpa de una bala que no iba dirigida contra él. Desde ese día, Maryline rompió con todo. Sobrevive gracias a los medicamentos. Obliga a su hija, Camille, a quedarse encerrada con ella en su piso donde la televisión, siempre encendida, hace las veces de realidad. Madre e hija no ven las imágenes de la misma manera. Para Maryline, el drama es permanente y su miedo al mundo exterior empeora día tras día. Para Camille los sueños pueden hacerse realidad gracias a ese concurso de telerealidad que la incitará a marcharse. El día de su mayoría de edad, exasperada por la vida mortífera impuesta por su madre, Camille se marcha de casa. No tiene amigos y muy poco dinero. Se inventa un personaje y se va en autoestop a descubrir el mundo y a descubrise a sí misma. Anclada en la vida cotidiana de la gente humilde, esta novela nos habla también de nuestra sociedad, de la solidaridad, de situaciones extremas en las que, sin embargo, nunca se pierde la esperanza.

El día en que cumple 18 años, Camille se va. La novela de una fuga y un aprendizaje.