Mantiene conversaciones con Contumacia, su pececillo de colores, que da vueltas en su pecera al ritmo preciso, armonioso y tranquilizador de diecisiete vueltas por minuto.

Él mismo vive en un pisito de dos habitaciones.

Es campeón de scrabble, se entrena y juega todos los días. Lo cual ha marcado un poco su cerebro y su relación con las palabras.

Tiene unos padres respetuosos, distantes pero un poco preocupados por la soledad en la que se empeña en vivir.

Los tranquiliza diciéndoles que no está solo ya que vive con Contumacia.

Todo se complica una mañana cuando la Gioconda se planta de improviso en su salón.

Absurdidad, humor, liviandad. Como en Martin Martin y Les Petites Rébellions, Jean-Pierre Brouillaud nos cuenta la epopeya minúscula y surrealista de un héroe de apartamento.